abrazar, traer aquí?
La soledad no es estar parada en el muelle, a la madrugada, mirando el agua con avidez. La soledad es no poder decirla por no poder circundarla, por no poder darle un rostro, por no poder hacerla sinónimo de un paisaje. La soledad sería esta melancolía rota de mis frases.
Tus ojos estrellados contra aquel mar como ahora los míos sobre tus palabras, olas tus palabras de un mar primigenio, sal derretida contra las mejillas, pequeña lágrima cayendo lenta/mente. Lágrima cerebral vertida despacio como el no terminarse la muerte. Es largo, mira que es largo agonizar.
Y en ese mar de principiarse o terminarse el mundo, los muertos y los antiguos habitantes de la Tierra están en el fondo del mar, ese mar que era de luz más que de agua y tú me mostraste tras esa puerta, en ese mar su playa de copos de luz no sílice, ahí nos veremos. Pues efectivamente la soledad no es estar parada en el muelle, la playa que digo, sino todo lo contrario: Lugar a tu encuentro, lugar del encuentro, Jardín de las delicias o Centro del mundo. La soledad es no poder darle un nombre... Y aunque se lo des, ¿qué? ¿Por ello decimos tantos nombres, escribimos tanto que ahogamos las palabras con las palabras, como los gritos con los gritos, el hambre y el horror con el horror y el hambre?
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